#98 taberna
(+UN POCO DE HISTORIA: Dos historias del beber + 'Poema en línea recta, un poema de Fernando Pessoa)
He tenido la oportunidad de ver el primer boceto (y es que es un boceto, no un borrador) de la reedición de Circo de Quimeras (mi primer libro), y sólo puedo decir que Gema Pato está haciendo una auténtica obra de arte. Vamos, que el contenido es el 50%, si es que llega.
Espero poder tener el quinto libro, de nuevo junto a Gema y sus manos, en un mes o poco más, y el resto vendrá después.
Trasegando está llegando a su episodio 100 y con él a su final (al menos en principio), pero le daré una segunda vida subiéndolos en vídeo desde el episodio primero.
Espero que estéis llevando un marzo maravilloso.
P.
Un poco de historia: Dos historias del beber
Empezamos por la Antigua Grecia (porque es bien sabido que les gustaba beber bastante), el poeta Eubulus señaló que tres kylikes (una especie de cuenco) era la cantidad perfecta de vino (la moderación era un tema recurrente en la filosofía griega). Una por la salud, dos por el amor y la tercera por el placer. Pero la cosa no queda aquí, Eubulus, en su obra, hizo que Dionisio dijera estas “normas para el consumo del vino”:
«Tres cuencos preparo para los templados: uno para la salud, que primero vacían; el segundo al amor y al placer; el tercero para dormir. Cuando se bebe este cuenco, los invitados inteligentes se van a casa. El cuarto cuenco ya no es nuestro, sino que pertenece a la violencia; el quinto alboroto; el sexto a la borrachera; el séptimo a ojos negros; el octavo es del policía; el noveno pertenece a la bilis; y el décimo a la locura y al arrojar muebles.»
Sí, lo de arrojar muebles tampoco me lo vi venir.
La otra anécdota es más estúpida, pero a la vez turbia y ha dejado una expresión para nuestros vecinos británicos. Al almirante Nelson, durante la batalla de Trafalgar, lo mató un francotirador francés. Para que su cuerpo llegase de vuelta en un estado decente, lo metieron en un barril de brandy (hay quien dice que era ron, pero es indistinto para la historia). La cosa es que cuando llegaron al destino y decidieron sacar el cadáver, no quedaba alcohol. Esto es, presuntamente, porque los marinos tenían a bien hacer agujeritos en los barriles y beber con una pajita de ellos. Esta práctica se conocía como “sucking the monkey” o, gracias al brandy del cadáver de Nelson, “tapping the almiral”, que viene a ser algo así como tocar al almirante.
Poema en línea recta
Nunca he conocido a nadie a quien le hubiesen molido a
palos.
Todos mis conocidos han sido campeones en todo.
Y yo, tantas veces despreciable, tantas veces inmundo,
tantas veces vil,
yo, tantas veces irrefutablemente parásito,
imperdonablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he tropezado públicamente en las alfombras de las
ceremonias,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido ofensas y me he callado,
que cuando no me he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que les he parecido cómico a las camareras de hotel,
yo, que he advertido guiños entre los mozos de carga,
yo, que he hecho canalladas financieras y he pedido prestado
sin pagar,
yo, que, a la hora de las bofetadas, me agaché
fuera del alcance las bofetadas;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
me doy cuenta de que no tengo par en esto en todo el
mundo.
Toda la gente que conozco y que habla conmigo
nunca hizo nada ridículo, nunca sufrió una afrenta,
nunca fue sino príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...
¡Ojalá pudiese oír la voz humana de alguien
que confesara no un pecado, sino una infamia;
que contara, no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el Ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha
sido vil alguna vez?
¡Oh príncipes, hermanos míos,
¡Leches, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente en el mundo?
¿Seré yo el único ser vil y equivocado de la tierra?
Podrán no haberles amado las mujeres,
pueden haber sido traicionados; pero ridículos, ¡nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin que me hayan traicionado,
¿cómo voy a hablar con esos superiores míos sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
Fernando Pessoa (Portugal, 1888)