#1 ilusión
(+UN POCO DE HISTORIA: ¿Por qué los piratas llevaban parche? +'Token', un poema propio)
Hace tiempo que no me ilusiono con nada.
Sé que no es la mejor forma de cortar la cinta y dar el primer palazo a un proyecto, pero es la realidad. Ahora es cuando entraría ese recurso que se ha convertido en el combo
hola-quétal-quétecuentas de nuestro tiempo:
‘Bueno, son tiempos difíciles para todo’.
Pero no.
No me vale.
Un centavo por los pensamientos y mi reino por la suerte de todo aquel que no se desilusiona cuando el camino empieza a verse imposible, cuando toda recompensa se escapa entre los dedos por más que te esfuerces, cuando parece que no vales para algo y a ti no te nace hacer otra cosa.
Imagino que la frustración es global dado el caso, pero dedícate a un oficio sin beneficios y cuyo altavoz a día de hoy son las redes sociales y considérate a la vez un ente analógico en un mundo digital. Entonces estarás un poco más cerca del lugar desde donde escribo esta primera carta.
Bienvenidas a la trinchera, mes compagnons.
Pero hoy vengo a echar un mano a mano con la ilusión, no con la ausencia de ella. Porque siempre hay luz al final del túnel y las grietas o rendijas por donde entra la luz, y toda esa mierda. Hasta cuando la vida está patas arriba y una pandemia nos tiene entre la espada y la pared, esta maravillosa energía nos sorprende a la vuelta de cualquier esquina, nos pone café en los labios y nos dice ‘tira, anda, que pareces tonto’.
En términos generales y por lo que he hablado con conocidas y amigas en este año, posiblemente lo único indiscutiblemente positivo de esta pandemia es que nos ha hecho un lavado de cara de relaciones que en el fondo no iban tan bien. Una criba, vaya.
A título personal, me trajo unas cuantas citas online, la pérdida de un contrato editorial y uno laboral, un par de colegas que dejaron de serlo, otro contrato editorial y otro contrato laboral, más placer del esperado al consumir alcohol en casa y solo, tragarme Anatomía de Grey casi entera y una dudosa amistad algo tóxica con una paloma. Tampoco vamos a quejarnos.
Es en las citas en lo que voy a hacer hincapié.
Yo empecé la cuarentena soltando lastre. Me explico: pasando una página, arrugándola en mi puño y quemándola con sal para asegurarme de que no iba a volver a aparecerse. Y todo para acabar riéndome del absurdo y la poca importancia una semana más tarde. Por dramático.
Estuve solo en casa -con mis hijas, las dos gatas- y me dio para pensar bastante y aprender a soportarme, que resultó ser una asignatura que desconocía que tenía pendiente.
Y entonces ocurrió.
Desde la tierra de los devoradores de soja una persona a la que conocí de la forma más random del mundo, que llevaba años esquivando con una maestría asombrosa mis intentos de tomar una cerveza y de la que no sabía apenas nada pero ya tenía casi claro que quería saberlo todo, de repente y durante su propio proceso de limpieza kármica de relaciones, me escribe (porque ella tenía ya mi número pero nunca encontró momento para darle uso) y me propone una cita online. Creo que fue la única vez que me medio arreglé en toda la cuarentena.
Una semana más tarde encontré mi actual trabajo, salió el capítulo del trap de Las meninas de El Ministerio del Tiempo, encontré editorial para mi próximo libro y a Fídula, mi hija mayor, se le fue el celo. Encontré la moneda del leprechaun, indiscutiblemente.
Por cosas así sigo cogiendo mi fusil cada mañana, compañeras.
Todo pasa y todo vuelve. Sólo hay que tener paciencia, tenacidad y un pelín de gusto.
P.
Un Poco De Historia:
“¿Por qué los piratas llevaban parche?”
Para quien no me conozca -que será la mayoría-: yo soy el típico pesado que con dos cervezas te cuenta batallitas históricas. Posiblemente sea el único punto válido -además de mis fechorías por la bella ciudad de Granada- que le he sacado a la carrera de Historia. Por eso he decidido compartir un par de veces al mes una pequeña anécdota para que podáis ser igual de cansinos que yo.
Cómo no, empezamos con el mar y los piratas.
Si nos dijeran que imaginásemos un pirata (o un corsario, un lobo de mar o lo que sea, que esto da para otro artículo), nuestra mente aventurera y no muy racional nos va a presentar al malo de Peter Pan, el infame Capitán Garfio (puede que haya una ruptura generacional aquí y ahora se piense en Jack Sparrow, pero casi nada más lejos de la realidad). En definitiva, se nos vendría a la cabeza ese recio marino con un parche en el ojo, garfio y pata de palo ¿No? Pero ¿De verdad eran tan comunes los tuertos en alta mar? Lo cierto es que no. Seguro que muchos marinos perdían uno o varios de sus preciados ojos en batallas y fieros combates, pero no era este su uso “secreto” (o real).
Esta anécdota es de primaria de cansinos históricos, pero es muy curiosa: El parche en el ojo era utilitario y precisamente hacía gala de la excelente visión de los asaltantes marinos. En las batallas navales (y para esto si os viene bien haber visto Piratas del Caribe, pero mejor aún Black Sails), una vez llegado el momento del abordaje, la lucha se iniciaba de forma obvia en la cubierta del barco, pero acababa en la bodega, último bastión defensivo del barco -y además lugar de almacenamiento de cualquier objeto de valor, que era para lo que habíamos venido-. El parche les servía para llevar un ojo desacostumbrado a recibir luz ¿Para qué? El objetivo era que, al llegar a la parte inferior del barco y destapárselo, la visión estuviera adaptada a la oscuridad y pudieran pelear o maniobrar con rapidez y precisión.
¿Te sonaba?
Token
"-¿Recuerdas cuando me pediste que me casara contigo?
-Sí.
-Dijiste que habías soñado que envejeceríamos juntos.
-Y así fue."
(ORIGEN)
Veo el futuro en los posos del café
que nos dejamos a medias
sonrío ante mis nuevas caras
las acepto tímido
sosegado, impaciente pero cauto
como si fueras a romperte
sin saber sopesar esta firmeza diamantina
esta seguridad férrea
este brillo que tanto se aleja de lo efímero y lo frágil.
Te encuentro asentada en cada recuerdo
en tierras que cuidé y perdí de vista tanto tiempo antes
de escucharte cruzar la puerta.
Me veo escribiendo lo que ya te llevo diciendo toda la vida
pero aprendiendo
al mismo tiempo
de lo que hablo.
Pellizcándome en el brazo tras cada veredicto
dando muerte a los peros
tratando de disipar las nubes
que cada día embisten la costa de mis miedos.
Veo el futuro en los posos del café
que sé cómo te gustaría tomar.
También sonrío archivando en mi memoria
cada nueva cara que me brindas
abrazo esa timidez que reconozco como íntima
ese no medir las fuerzas cuando no hay luz que nos ponga forma
ese miedo a que algo nos delimite
este mirarnos a los ojos
por miedo a que cerrarlos nos devuelva al sueño.
Te encuentro instalada en mi vida
cómoda en yermos que creía inhóspitos e inhabitables.
Me veo recurriendo a la poesía
para poder tener un token
al que aferrarme
al que volver
cuando no termine de creerme que existo
y que estás, al fin
y que eliges quedarte
donde nunca nadie antes
ni siquiera yo
había terminado de estar cómodo.
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❤️❤️❤️❤️❤️
Siento que perdi tiempo de mi vida al no saber de este espacio de poesía 👏